Mientras unos cuantos tomaban al asalto el césped para llevarse trozos de redes, ropas de futbolistas o cualquiera sabe qué estúpidos amuletos, celebrando no sabemos muy bien qué, si la permanencia o la existencia misma de su desahogo dominical una temporada más, desnudando incluso a futbolistas tan escasos de calidad como de entrega, otra parte de la afición, menos numerosa pero mucho más comprometida, se iba a donde hay que ir en estos casos: a las oficinas del Real Betis de la Calle Jabugo, donde les esperaban unos cuantos efectivos de la policía nacional para poner orden y quitar las ganas de bronca.
Son las dos caras de una afición que se tiene a sí misma como la mejor del mundo, cosa no discutible en cuanto a pasión, pero sí mucho en cuanto a acierto en su forma de entender qué es lo mejor para nuestro querido club. Un club que se desangra por sus 13 poros en forma de 13 barras, que está al borde de la suspensión de pagos cuando no de la quiebra o de algo mucho peor, si es que cabe; un club gobernado por un dictador sin escrúpulos, que ni acude a dar la cara, ni termina por abandonar un barco que sólo ha utilizado para su lucro y enriquecimiento personal;
Un club, en definitiva, que se muere lentamente mientras unos cuantos indivíduos recortan trozos del césped que lleva la sangre, el sudor y el aliento de miles de béticos que nos enseñaron un grito de esperanza y de dolor desgarrado como es el manquepierda, que nos legaron una leyenda de resurrección y de lucha ante la adversidad y que ayer se retorcerían en el cuarto anillo viendo estas lamentables imágenes de celebración e indignidad. Menos mal que esos béticos ausentes, al mirar desde el cielo al plantinar, descubrieron que no todo el beticismo ha muerto, sino que aún hay gente que mantiene viva la esperanza con su lucha y su constante rebelión ante la adversidad.
En los próximos meses tendremos noticias y esperamos que sean de las buenas de verdad, de las que supongan la marcha definitiva del responsable de tanta humillación y desgracia.
Por esos béticos valientes y por aquellos que nos enseñaron a levantarnos, queremos gritar hoy con más fuerza que nunca: ¡Viva el Betis libre!
Son las dos caras de una afición que se tiene a sí misma como la mejor del mundo, cosa no discutible en cuanto a pasión, pero sí mucho en cuanto a acierto en su forma de entender qué es lo mejor para nuestro querido club. Un club que se desangra por sus 13 poros en forma de 13 barras, que está al borde de la suspensión de pagos cuando no de la quiebra o de algo mucho peor, si es que cabe; un club gobernado por un dictador sin escrúpulos, que ni acude a dar la cara, ni termina por abandonar un barco que sólo ha utilizado para su lucro y enriquecimiento personal;
Un club, en definitiva, que se muere lentamente mientras unos cuantos indivíduos recortan trozos del césped que lleva la sangre, el sudor y el aliento de miles de béticos que nos enseñaron un grito de esperanza y de dolor desgarrado como es el manquepierda, que nos legaron una leyenda de resurrección y de lucha ante la adversidad y que ayer se retorcerían en el cuarto anillo viendo estas lamentables imágenes de celebración e indignidad. Menos mal que esos béticos ausentes, al mirar desde el cielo al plantinar, descubrieron que no todo el beticismo ha muerto, sino que aún hay gente que mantiene viva la esperanza con su lucha y su constante rebelión ante la adversidad.
En los próximos meses tendremos noticias y esperamos que sean de las buenas de verdad, de las que supongan la marcha definitiva del responsable de tanta humillación y desgracia.
Por esos béticos valientes y por aquellos que nos enseñaron a levantarnos, queremos gritar hoy con más fuerza que nunca: ¡Viva el Betis libre!