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    ESTOS MINUTOS ROBADOS Y ESTA ILUSIÓN DE LA INFANCIA

    BAETICUS MAXIMUS
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    Mehtai esigiendo que mehtai cansando
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    Mensaje por BAETICUS MAXIMUS Sáb 18 Abr 2009, 14:59

    Soy de panfletillos de opinión, no de escritos románticos o poéticos, pero tenía una idea al respecto y me apetecía inaugurar mi blog en www.pornuestrobetis.com con algo sentido. Como no creo que me salga otro en esta línea, ahí lo dejo por si gusta a alguien.


    He parafraseado el último verso que, justo antes de su muerte a los 64 años y lejos de su tierra, nos legara el gran Antonio Machado, “Estos días azules y este sol de la infancia”, porque al final, eso es lo que nos queda.

    Pese a que el clima en mi familia directa era propicio, una atmósfera nada futbolera pero serenamente probética, quien nos inyectó en vena el agridulce veneno verde a mi hermano y a mi fue un tío político -de los cabales, de los que se conocen los campos de tercera- en aquellos largos veranos compartidos por toda la familia extensa.

    Pero, como si el destino quisiera asegurarse de no fallar en sus designios, el ataque fue por más flancos: mi abuela, ¡Imaginad que suerte!, vivía en Heliópolis, y allí nos quedábamos muchos fines de semana.

    No hay que explicar con mucho detalle lo que para dos chiquillos, habitualmente encerrados en un piso del centro de Sevilla, aquellas excursiones suponían: moverse libremente por tranquilas calles y placitas, jugar al fútbol o a la lima, la libertad. Y cuando había Betis, ¡Que movida! Veíamos afluir a las masas, con toda su parafernalia de indumentarias y estandartes, como los pequeños de la tribu contemplarían a sus admirados mayores aprestarse a la batalla, con esa sensación de pertenencia a una estirpe que se dispone a hacerse respetar.

    Francamente soy incapaz de ubicar en que momento descubrimos el milagro, que edad exacta podíamos tener, ni siquiera de determinar si lo aprovechamos por mucho o poco tiempo, no es una cuestión de cantidad sino de intensidad. Sencillamente sé que, en algún punto se nos reveló algo increíble: Bastaba pulular alrededor del campo, paciente y vigilantemente, y en algún momento poco antes del final del partido, a fin de que pudiera ir saliendo la gente, las puertas del estadio se abrían y, así sin más, ¡PODÍAMOS ENTRAR A VER EL BETIS! Subíamos las escaleras como una exhalación y, tan pequeñitos nosotros, nos sumergíamos de golpe, sobrecogidos, alucinados, en aquella monstruosidad: miles y miles de gargantas adultas jaleando al unísono y nuestro Betis allí, jugando para nosotros.

    Por fechas se trataba sin duda del glorioso equipo de los últimos años 70, pero eso no era relevante, era sencillamente el Betis. La espera era pura ilusión, pero también terrible ansia sólo amenizada por el rugir del estadio que se convertía en un gigantesco aparato de radio que retransmitía hasta la menor incidencia. Y lo hacía a tal volumen: en ocasiones nos permitíamos, conscientes de que quedaba aún mucho, alejarnos en busca de recortes de patatas fritas o un polo a fin de apaciguar el nerviosismo y los ¡Huy! nos acompañaban.

    El premio, siempre maravilloso, era no obstante variable, algunas veces no pillábamos más de tres minutitos, pero también se daba el caso de que, imagino que por la conjunción de una apertura más ágil con un mayor descuento arbitral, llegábamos a presenciar ¡Cerca de un cuarto de hora de nuestro Betis! Y en ocasiones, de éxtasis absoluto, ¡Veíamos un gol del Betis!

    No sería mucho más tarde cuando me pude permitir el carné infantil y presenciar al maravilloso Betis de los primeros ochenta. Mis posteriores tiempos de bético en la reserva activa no me impidieron atender los llamamientos “obligatorios” e ir de la sima a la sima, desde una promoción perdida de antemano o un ascenso en la Castilla profunda, hasta dos finales de infarto en la Capital del Reino. Mi reactivación me deja también lo peor y lo mejor, como ese Betis-Chelsea de intensidad inigualada. He visto, sentido, vivido, sufrido y disfrutado como el que más. Pero, aquellos minutos robados y aquella ilusión de la infancia...

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